martes, 1 de abril de 2008

Cerrando el círculo y una vieja foto

"El artista no tiene modo alguno de evadirse de su época, ya que es su única oportunidad. Ningún creador es espectador; si no es parte del drama, no es creador". Oswaldo Guayasamín



Ayer hablé con María Esther, mi amiga peruana. Su voz sonó a niñita en la distancia. Hacía trece años que no la escuchaba. Fué muy emocionante comprender que lo acontecido en 1995 no son fábulas, ni sueños, ni fantasías de mi cerebro. Son historias mágicas y verdaderas de un tiempo de luz.
Sólo transcurrimos dos meses viajando, vibrando la selva, disfrutando la naturaleza y nuestos espíritus conectaron para siempre. Su saludo fué -Hola Hermana! y mi corazón recordó que la fraternidad es una bendición y que las distancias no son olvido cuando hay Amor.
Si no me hubiera impuesto ese llamado públicamente en este blog ahora no estaría compartiendo estas palabras.
Estoy cerrando un círculo de Amor.
Lo he dicho muchas veces y lo reitero: Mi vida es el camino y el arte, la ruta; los viajes; la adrenalina de lo desconocido; las aventuras que depara el andar.
Obviamente otras actividades además del viajar me hacen felíz.
Por ejemplo mis amigos conocen que amo bailar y leer el I Ching, pero pocos saben que soy coleccionista y fetichista.
Suena rimbombante lo de coleccionista, pero es lo que es. Colecciono algunas cosillas. Comencé con fotografía antigua, y luego mayormente mediante canjes de modelaje fuí adquiriendo obra de artistas amigos (disfruto muchísimo mi pequeña colección)
También me gustan los libros bien viejos y todos los objetos que sean casi arcaicos (radios, tocadiscos etc). Lo de fetichista mejor lo cuento otro día porque el relato de hoy es para agradecer a todos los artistas que se cruzaron y se cruzarán por mi camino. Son tantos y tan buenos, que en honor a todos sólo nombraré a dos: un pintor y un fotógrafo.
Osvaldo Guayasamín es seguramente uno de los artistas más importantes que me brindó el Tango.
Osvaldo me conoció cantando. Su hijo nos contrató para una fiesta dominguera y ahí estaba el maestro con su corazón enorme, desbordante de luz.
Pasamos todo el día entre tangos y ceviches desde las once de la mañana hasta el whisky de madrugada. La foto que ilustra este relato es con Marga Jarrín (amiga, ex manager y ser alucinante) y fue tomada pasada la medianoche. Me gusta que se haya manchado un poco y que mi actitud sea de entrega al descanso. Literalmente era todo un bello sueño.
Al terminar la velada nos regaló a cada uno de los integrantes del grupo una serigrafía autografiada. La mía era un erótico que decía "A Bibiana con la fuerza de su expresión en el tango". En el 2002 dicha serigrafía desapareció de mi casa. Aún me duele esa pérdida.
Lo importante es que fueron dos años, del 97 al 99 donde mucho hemos compartido y disfrutado. Pero por el momento, no será este el espacio para revelar intimidades. Pudor literario. Mis escritos no están a la altura de lo acontecido. Ya me gustaría tener el don de mi amigo Miki Zambrano y describir aquellos imborrables momentos con la lucidez de su pluma.
Lo que sí contaré es que una tarde en la casa de la playa, nos pusimos a escuchar tangos sin decir nada y ahí comprendí que la esencia tanguera era nuestro vínculo.
Un tiempo después de su muerte, Tomás Otero, el jóven pintor que lo asistía, me contó que el maestro trabajaba muchas veces escuchando mi disco "Puñalada".
Hace días en Madrid, repetí idéntica sensación con el magnífico fotógrafo Alberto Garcia-Alix. Compartimos muchas veladas, encuentros y desencuentros... y una tarde soleada se manifestó otra vez la comunión arrabalera.
Estos dos notables artistas tienen alma de tango, igual que quien escribe esta última palabra.

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